martes, 7 de octubre de 2014
Martes con mi viejo Profesor. Las Emociones.
Buenos días. Todos tenemos algún libro que nos ha marcado y del que hemos sacado importantes enseñanzas para nuestra vida.
Para mí uno de esos libros imperdibles del que todos podríamos aprender mucho es Martes con mi viejo Profesor, de Mitch Albóm.
En esta joya de la literatura, un profesor de sociología retirado enfermo de la terrible ELA, afronta sus últimos meses de vida de una manera bien distinta a la que es habitual.
Decide escribir reflexiones acerca de cuestiones existenciales y universales con la ayuda de un antiguo alumno de la universidad que es reportero deportivo.
Me planteo como proyecto para este mes de octubre compartiros cada martes un fragmento de este libro para poder ahondar sobre los grandes interrogantes del ser humano.
Hoy os comparto las disertaciones de Morrie Schwartz acerca de las emociones.
" - Lo que estoy haciendo ahora - dijo, con los ojos cerrados todavía-, es desligarme de la vivencia.
- ¿ Desligarte?
- Si. Desligarme. Y esto es importante; no sólo para una persona como yo, que me estoy muriendo, sino para una persona como tú, que estás perfectamente sano. Aprende a desligarte.
Abrió los ojos. Suspiró.
- ¿Sabes lo que dicen los budistas?. " No te aferres a las cosas, porque todo es impermanente".
- Pero, espera un momento - dije yo. ¿ No estás hablando siempre de vivir la vida? ¿ Todas las emociones buenas, todas las malas?.
- Si.
- Pues bien, ¿Cómo puedes hacer eso si estás desligado?
- Ah. Estás pensando, Mitch. Pero el desapego no significa que no dejes que la vivencia penetre en ti. Al contrario: dejas que penetre en ti plenamente. Así es como eres capaz de dejarla.
- No te sigo.
- Toma el caso de cualquier emoción: el amor a una mujer, o el dolor por la perdida de un ser querido, o lo que estoy pasando yo, el miedo y el dolor de una enfermedad mortal. Si contienes las emociones, si no te permites a ti mismo llevarlas hasta el final, nunca podrás llegar a estar desligado; estarías demasiado ocupado con tu miedo. Tienes miedo al dolor, tienes miedo ala vulnerabilidad que trae aparejado el amor.
Pero si te sumerges en estas emociones, permitiéndote a ti mismo tirarte de cabeza a ellas, hasta el final, por encima de tu cabeza incluso, las vives de una manera plena y completa. Sabes lo que es el dolor. Sabes lo que es el amor. Sabes lo que es la perdida de un ser querido . Y solo entonces puedes decir: "Está bien. He vivido esa emoción. Reconozco esta emoción. Ahora necesito desligarme de esa emoción por un momento".
Morrie hizo una pausa y me observó, tal vez para asegurarse de que yo entendía bien aquello.
-Sé que crees que sólo estamos hablando de la muerte- dijo- pero es lo que yo te repito: cuando aprendes a morir, aprendes a vivir.
Morrie me habló de sus momentos más terribles, cuando sentía el pecho bloqueado con ataques de tos o cuando no sabía si volvería a respirar. Eran momentos horribles, decía, y sus primeras emociones eran el horror, el miedo, la angustia. Pero cuando llegó a reconocer la sensación de esas emociones, su textura, su humedad, el escalofrío por la espalda, el sofoco que te recorre el cerebro, entonces fue capaz de decirse: "Está bien. Esto es miedo. Apártate de él. Apártate."
Pensé en la frecuencia con que era necesario esto en la vida diaria. En cómo nos sentimos solos, a veces hasta el borde de las lágrimas, pero no dejamos salir esas lágrimas porque no debemos llorar. O en cómo sentimos un arrebato de amor por nuestra pareja, pero no decimos nada porque nos paraliza el miedo a las consecuencias que pudieran tener esas palabras sobre la relación de pareja.
El planteamiento de Morrie era exactamente el contrario. Abre el grifo. Lávate con la emoción. No te hará daño. Sólo puede ayudarte. Si dejas entrar el miedo, si te lo pones como camisa habitual, entonces podrás decirte a ti mismo: " Bueno, no es más que miedo, no tengo que dejar que me controle. Lo veo por lo que es".
Lo mismo pasa con la soledad: te dejas llevar, dejas salir las lágrimas, la sientes por completo, pero al final eres capaz de decir:
" Bueno, éste ha sido mi momento con la soledad. No tengo miedo a sentirme solo, pero ahora voy a dejar de la vivirlas también"do esa soledad y sé que hay otras emociones en el mundo, y voy a vivirlas también"
- Deslígate- volvió a decir Morrie.
Cerró los ojos, y tosió .
Y volvió a toser , más fuerte.
De pronto, estaba casi ahogándose, parecía que la congestión de sus pulmones se burlaba de él, saltando hasta media altura, volviendo a caer después , robándole el aliento. Se ahogaba, después tosía violentamente y sacudía las manos ante sí, con los ojos cerrados, sacudiendo las manos, casi parecía un poseso, y yo sentí que la frente se me inundaba de sudor. Tiré de él instintivamente hacia delante y le di palmadas en la espalda, y él se llevó un pañuelo de papel a la boca y escupió un esputo de flema.
La tos cesó, y Morrie volvió a recostarse entre las almohadas de gomaespuma y absorbió aire.
- ¿Estás bien?¿Está todo bien?- pregunté yo, intentando ocultar mi miedo.
- Estoy .... bien - susurró Morrie, levantando un dedo tembloroso-. Espera.... un momento, nada más.
Nos quedamos en silencio hasta que volvió a respirar normalmente. Yo sentía el sudor en mi cuero cabelludo. Me pidió que cerrase la ventana, pues la brisa le daba frío. No le dije que en el exterior hacía una temperatura de veintiséis grados.
Por último, con un susurro, dijo:
- Ya sé cómo quiero morir.
Yo esperé en silencio.
- Quiero morir serenamente. En paz. No como lo que acaba de pasar.
" Y aquí es donde entra en juego el desapego. Si me muero en pleno ataque de tos, como el que acabo de tener, tengo que ser capaz de desligarme del horror, tengo que decir: "Este es mi momento".
" No quiero dejar el mundo en estado de miedo. Quiero saber lo qu está pasando, aceptarlo, ir a un lugar en paz y soltarme. ¿ Me entiendes?
Asentí con la cabeza.
- No te sueltes todavía- Añadí enseguida.
Morrie sonrió de manera forzada.
- No. Todavía no. Todavía nos queda trabajo por hacer.
Espero que os guste y os sirvan para la reflexión. Hasta mañana.
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