Buenos Días. Hoy en esta entrada del blog me gustaría compartir con vosotros una reflexión entorno a esta poesía de la gran mística mexicana Sor Juana Inés de la Cruz.
Creo que es este poema se aborda uno de los grandes males de nuestra naturaleza humana: La resistencia a asumir nuestra parte de culpa en tantas y tantas situaciones de conflicto en que sin duda todos, antes o después nos encontramos inmersos.
Es curioso como, si uno pregunta a su alrededor, nadie parece lo suficientemente honrado como para poder asumir su parte de culpa en el conflicto.
Parece que no somos conscientes de que nada de todo lo que deseamos que cambie en este mundo cambiará si no damos ese paso tan necesario de asumir nuestras responsabilidades y comenzamos a cambiar lo que depende de nosotros.
De nada sirve si todos esperamos ver primero el cambio en el otro.... porque ese día no llegará. Piensa, en cambio, como sería un mundo en que todos fuéramos capaces de ver nuestras falencias y nos pusiéramos manos a la obra a cambiarlas.... El que es egoísta se volviera generoso, el que es antipático se volviera empático, el que es soberbio se volviera humilde, el impulsivo se volviera paciente....
Seguramente, otro gallo nos cantaría.
Hombres Necios
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal? Combatís su resistencia,
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia. Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia. ¿Qué humor puede ser más raro
que el que falta de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro? Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien. Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata
y si os admite, es liviana. Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis. ¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada? Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos enhorabuena. Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas. ¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada,
la que cae de rogada
o el que ruega de caído? ¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar? Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis. Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar. Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
Sor Juana Inés de la Cruz
Espero que os guste. Hasta mañana.
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