jueves, 14 de agosto de 2014

Canto a la Naturaleza



Buenos días. No es un misterio que una de las características más universales de Chile es la exuberante belleza de la naturaleza entre los Andes y el Pacífico.

Puesto que, como sabéis, tengo bastante tiempo libre para mí mismo y la reflexión, para mí este entorno es el paraíso.

Para describiros lo que se siente cuando una mañana de jueves estás libre para pasear por la playa recurro a una de las joyas de la antología del sacerdote chileno Francisco Donoso.

                                                EL MAR

         Nadie puede decir: " Yo no conozco el mar".
             ¿El Mar? Sí ; la pasión que ruge y se dilata
             bajo la augusta y clara conciencia de los cielos;
             que se aduerme a las veces y luego se desata 
             en férvidos impulsos de amores y de anhelos.

             ¡Oh!, ¿ quien podría decir: "Yo no conozco el mar"?

              Ansiedad que se yergue con vórtices y tumbos
              y estalla en los cantiles soberbios de la costa,
             o llega alguna tarde con milagrosos rumbos
             al efímero ensueño de alguna rada angosta...
             Quien sueñe alucinado con un eterno amar,
             nunca podrá decir: "¡Yo no conozco el mar!".

             Su profundo suspiro, que es sonoro y amargo
             se pierde en la bruma de la lontananza,
             mientras pasa la curva de su horizonte largo
             alguna vela blanca de remota esperanza.

             Quien sienta la nostalgia de un futuro soñar,
             nunca podrá decir: " ¡Yo no conozco el mar!"

             ¡Cuántas veces sollozan sus cansadas orillas
             bajo las alas tristes de noches sin estrellas!
             ¡Cuántas veces las lunas por oír sus querellas
             hacia el ocaso llegan enfermas y amarillas!

             Quien sepa su inocencia pretérita evocar.
             Nunca podrá decir: " Yo no conozco el mar".

             ¡Oh la plegaria insomne de sus alas nocturnas
             a la sutil mirada de estrellas taciturnas!
             ¡Oh la clara alegría de sus aguas azules!
             ¡Oh la tristeza helada de sus  húmedos tules!
             Quien tenga un corazón enfermo de soñar,
             nunca podrá decir: "Yo no conozco el mar"...
  
                                    Francisco Donoso.


Espero que os guste. Hasta mañana.
  

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